La Vida No Puede Entenderse Sin La Muerte
Creo que, tengas cáncer o no, la gente tiende a pensar mucho más en la muerte que en la vida. Es algo intrínseco en el ser humano.
La vida no puede entenderse sin la muerte, del mismo modo en que las sombras no se entenderían sin el sol”. Siempre he sostenido esta idea, y creo que es una analogía muy bella que explica lo inevitable de muchas cosas que escapan a nuestra propia toma de decisiones.
Me reúno un viernes más con el doctor Carlos Cabrera y me comenta que cada cáncer es como una huella digital; aunque un cáncer pueda parecerse mucho al de otra persona, las particularidades estructurales lo hacen único. Es como los libros, que están hechos de papel, pero es su contenido lo que los hace distintos.
Entonces me pregunto, si cada cáncer es único, ¿lo es también cada vida?
La vida es insólita: de día nos presenta el sol y de noche la luna, y en medio nos enseña sobre la fotosíntesis, la termodinámica, el contrato de arras, la mercromina y el reguetón, el Alzheimer, los cumpleaños de los perros, el Tratado de Versalles, los bocadillos de croquetas y Elliott Smith.
Y allí, en medio de todo este ruido, en algunos capítulos, a veces puedes escribir unas líneas entre párrafo y párrafo. Cada existencia es irrepetible, y quizás ahí radique la belleza de todo esto: en que ni la muerte, ni el sol, ni siquiera el cáncer pueden robarnos la singularidad de vivir.